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Brentwood, el pueblo de Long Island donde la mara Salvatrucha ha arraigado

Brentwood, Long Island (NY)

 

La zona ha visto crecer los niveles de violencia con 17 personas asesinadas por la MS-13 en 2016.

Trump usa la violencia de las maras para justificar su política migratoria.

 

El aparentemente tranquilo pueblo de Brentwood, a solo 70 kilómetros de Nueva York, en el condado de Suffolk, Long Island, recibió la visita del presidente Donald Trump que dio un discurso enfrente del departamento de policía en el Community College de la localidad.

El pueblo, de casas de madera, parece un oasis de tranquilidad frente el frenetismo de Manhattan. Es un pueblo de clase trabajadora que está a medio camino entre Nueva York y el sitio de veraneo de los famosos, Los Hamptons. Tiene 60.000 habitantes y casi un 70% de la población es de origen latino.

Pero la tranquilidad es solo aparente. El mes de setiembre del año pasado, los cuerpos de dos adolescentes amigas, Nisa Mickens (15) y Kayla Cuevas (16), aparecieron despedazados a machetazos al lado de la escuela de Brentwood.

Una semana más tarde se encontraron los cuerpos de dos jóvenes en el vecino suburbio de Central Islip, también asesinados de forma violenta. Unos meses antes, dos cuerpos más habían sido encontrados.

Recientemente, el Departamento de Justicia anunciaba que la policía de Suffolk, junto con el FBI, había arrestado a 13 jóvenes acusados de pertenecer a la MS-13, o también conocida como la mara Salvatrucha. Esta mara salvadoreña nació en los años 80 en las calles de Los Ángeles por migrantes salvadoreños que huían de la guerra civil. En los años 90 el FBI deportó a muchos de sus miembros y de esta manera se expandió en el país centroamericano.

Algunos de los acusados son los supuestos responsables de las muertes de los adolescentes en Brentwood y Central Islip. Solo en el año 2016, diecisiete personas han sido asesinadas por la mara Salvatrucha en Long Island, algo que no sería extraño en El Salvador, donde las cifras de violencia son muy altas con 103 homicidios violentos por 100.000 habitantes en el 2015. Casi cada hora una persona es asesinada en El Salvador.

 

El problema de las maras en Centroamérica

Los países del triángulo norte, Honduras, El Salvador y Guatemala, vienen batiendo records de violencia en los últimos años. En 2015, El salvador fue el país del mundo con más muertes violentas con cifras que no se veían des de la guerra civil.

En marzo de 2012, el gobierno salvadoreño pactó una tregua con las maras lo cual podría explicar el descenso de la violencia en este año. En el 2014 la tregua se rompió lo que explicaría el aumento de muertes.

La violencia en los países del triángulo norte no es solo la causada por las maras. Los tres países tienen records de violencia contra las mujeres. En las zonas fronterizas, donde se concentra una gran actividad de tráfico de drogas, bandas transnacionales y contrabando, hay altos índices de criminalidad.

Si bien la violencia en Brentwood y Central Islip no sería noticia en El Salvador, para los estándares de Estados Unidos ha generado una gran alarma. Aunque la MS-13 lleva casi dos décadas en Long Island, los expertos aseguran que una versión más radical ha crecido en los dos últimos años en la zona.

Donald Trump hizo referencia en su discurso a los asesinatos de las jóvenes y calificó a las personas pertenecientes a las maras como “animales”.

Precisamente, unos días antes, el fiscal general Jeff Sessions estuvo en El Salvador para reunirse con el presidente Salvador Sánchez Cerén. El objetivo era hablar de inmigración ilegal, deportaciones y concretamente de la MS-13.

Para algunos habitantes de Brentwood, Trump está usando la violencia de las maras para justificar su política migratoria y la construcción del muro para el cual la cámara baja ha aprobado ya $1.57 billones del presupuesto. Trump también ha pedido al Congreso dinero para contratar a 10.000 nuevos agentes de ICE (Immigration and Customs Enforcement) y 5.000 agentes de control de patrulla fronteriza.

Durante su discurso, Trump felicitó personalmente al hasta ahora director del Departamento de Homeland Security, John Kelly, solo para anunciar unos días más tarde que Kelly es el nuevo director de personal de la Casa Blanca. Trump felicitó a Kelly por su trabajo al frente de inmigración y los responsabilizó de las cifras record de inmigrantes detenidos en los Estados Unidos.

 

Usar la tragedia para esparcir el miedo

Más de un centenar de personas se han reunido enfrente de Suffolk Community College para protestar la visita de Trump.

Susan Disbrow es profesora en Brentwood High School, el instituto donde estudiaban las dos muchachas asesinadas.

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La profesora del insituto de Brentwood, Susan Disbrow, con un cartel donde se puede leer: “No uses la tragedia para promover el odio”.

“Yo conocía a las chicas que asesinaron”, dice.

“No me gusta que Trump use las tragedias que pasaron para promover su agenda, una agenda que no ayuda a estos niños, ni a los inmigrantes”, comenta Disbrow mientras sujeta un cartel que dice “No uses la tragedia para promover el odio”.

Disbrow está acompanyada de un grupo de profesores que también trabajan en el mismo instituto. Ella cree que si no se invierte dinero en programas que ayuden a estos niños y se siguen deportando a sus familias nada va a cambiar.

Un adolescente salvadoreño llamado Sabala, se ha acercado a la protesta montado en su bici con tres amigos. Llegan armando ruido y levantando las ruedas de las bicicletas. “No me gusta Donald Trump”, dice. “Mi mamá es de El Salvador, mis dos hermanos fueron asesinados aquí, no pueden seguir haciendo esto”, comenta en inglés.

Jordan Ryan vive en Brentwood. Ha venido a protestar porque piensa que el presidente: “está usando la tragedia para insertar miedo”.

Se calcula que hay en la zona unos 400 pandilleros.

El presidente Trump hizo referencia durante su discurso al presidente Obama y a su política de puertas abiertas ante la crisis de los menores no acompañados en la frontera el 2014. Trump responsabilizó a las políticas de Obama de la violencia de las maras que hoy se esta viendo en Long Island.

Como consecuencia de la violencia en el Triángulo Norte, en 2014 se llegó a un punto crítico con la llegada de unos 60.000 menores no acompañados pidiendo refugio en los Estados Unidos. Según el departamento de policía de Suffolk unos 4.000 niños no acompañados vinieron a parar a Long Island.

El presidente Obama creó el estatus de Niños Menores No Acompañados, en inglés Unaccompanied Minor Children, y les garantizó ciertas protecciones. Un menor no acompañado podía solicitar asilo político si era menor de 21 años. Mientras aplicaba y esperaba para su petición legal de asilo podía vivir en los Estados Unidos.

Si era menor de 21 años no se consideraba indocumentado aunque la ley considera sin papeles a cualquier persona sin permiso de residencia que sea mayor de 18 años. El menor tenia que ser reclamado por un familiar que viviera en los Estados Unidos y que se responsabilizara de él mientras se observaba su caso.

Pero Trump está acabando con el estatus de Niños Menores No Acompañados. En su orden ejecutiva de enero dijo que un menor que tiene un familiar en los Estados Unidos ya no es considerado un menor no acompañado aunque esté solo en la frontera.

Este menor no puede aplicar para asilo político y si es mayor de 18 años ya se considera ilegal. La administración Trump quiere también perseguir a los familiares que hayan ayudado a entrar a menores, bien mandando dinero o aconsejando en el proceso, y les puede procesar por tráfico ilegal de personas lo cual supondría pena criminal y deportación.

Sin embargo la fundación InsightCrime niega que haya datos suficientes para relacionar la llegada de los menores no acompañados y el crecimiento de la MS-13 en la costa este.

Algunos expertos también critican la conexión que Trump hace de “marero” igual a inmigrante ilegal olvidando que muchos mareros tiene papeles, son segunda generación y por lo tanto ciudadanos de los Estados Unidos.

Omar Henríquez organizador regional de la Red Nacional de Jornaleros, es de El Salvador y lleva la mayor parte de su vida en Long Island: “Trump no puede generalizar el comportamiento de unos individuos con toda una comunidad”.

 

Long Island una comunidad muy segregada

Una chica de color camina hacia donde están los manifestantes, en el parque enfrente de Suffolk Community College. Prefiere restar en el anonimato por motivos de seguridad. Comenta que ella estudia en este Community College.

“Nunca antes un presidente de los Estados Unidos había venido aquí”, dice abriendo mucho los ojos.

“Yo fui al instituto donde iban las chicas asesinadas y si, hay un problema provocado por las bandas, hay mucho bullying y mucha tensión entre latinos y morenos”, explica.

Omar Henríquez también está de acuerdo en que hay tensiones raciales en la zona: “hay tensiones entre morenos, latinos y blancos y esto no se soluciona; los muchachos a veces se sienten obligados a pertenecer a una pandilla porque de otra manera son víctimas de violencia.”.

José, nombre cambiado por protección, regresa a casa de su trabajo, precisamente trabaja en el Community College. Dice que está muy emocionado por la visita de Trump y que confía en que este hará alguna cosa para solucionar el terrible problema de violencia que sufre la localidad y que viene pasando des de hace muchos años.

“No solo fue el último año, ya hace muchos años que viene pasando; hace tiempo que no salgo por las noches porque es peligroso”. Es salvadoreño y lleva 10 años en los Estados Unidos.

 

Y lejos, en La Placita, la gente habla con miedo

Lejos de donde los protestantes están reunidos y de donde Trump está dando su discurso, en un lugar llamado La Placita, donde muchos latinos ser reúnen, la gente de Brentwood sigue su día normal como si no supieran que Trump está en el pueblo.

Pero todo el mundo sabe que el presidente ha venido.

Al lado del deli La Placita hay un restaurante de comida llamado Delicias Salvadoreñas. Las dos camareras, que son latinas, se quedan en silencio después de ser preguntadas sobre la visita de Trump. Dicen que les hubiera gustado ir a escucharle pero que no les dieron libre pero tratan de no seguir hablando del tema.

En la barra hay clientes tomando. Se hace un silencio incómodo mientras de fondo se escucha música de corridos.

En el deli La Placita, dos mujeres, una joven y otra mayor, y un hombre, que prefieren no ser identificados por motivos de seguridad, tienen esperanzas que quizás Trump vaya a hacer alguna cosa para parar la situación de violencia en el pueblo.

Hablan mirando la puerta, en voz baja, para no ser escuchados.

“Nunca sabes quien esta escuchando, aquí nos conocemos todos”, dice la señora mayor.

“Des de que llegaron tantos menores inmigrantes no acompañados la situación ha empeorado”, opina la señora mayor, “vinieron muy tocados”.

El señor comenta: “No sabemos que pensar; por un lado creo que Trump quizás puede hacer algo bueno y acabar con esta violencia. Pero también hay miedo que esta sea la excusa para acabar deportando a gente que no ha hecho nada y que simplemente han venido aquí a trabajar honestamente”.

El señor también comenta que una de las razones por las que Trump ha venido es porque quiere limpiar la zona porque hay un proyecto al lado del Community College para construir apartamentos. “Este proyecto daría mucho dinero y por lo tanto le interesa limpiar la ciudad para el negocio.”

“El día después de que las tragedias sucedieran todo el pueblo tenía mucho miedo”, comenta la señora mayor. “Hay miedo que puedan empezar las extorsiones en los negocios”.

Ellos son dominicanos. La mujer joven explica que lleva a sus hijos a una escuela privada que cuesta mucho dinero porque el colegio público es demasiado peligroso.

Un habitante del pueblo, salvadoreño, que quiere mantener su identidad anónima y que ha vivido en los Estados Unidos por diez años comenta que no le gusta Trump y que no cree que haga nada bueno a parte de hacer creer que “todos los salvadoreños somos mareros.”

Él explica que un miembro de una mara le pegó en la calle Washington. Él cree que la violencia estos últimos años ha empeorado y tiene miedo de salir a la calle, sobretodo durante la noche.

 

Impulsando políticas contra los inmigrantes

Trump sigue impulsando su agenda anti inmigración. Estas últimas semanas el presidente ha anunciado su presión contra las jurisdicciones santuario, así como su plan para recortar la inmigración legal en el país. También se ha sabido su intención de empezar a construir el muro sin los estudios de impacto ambiental necesarios.

Trump quiere que recortar los subsidios federales a aquellas ciudades en las que la policía no coopere con inmigración. Hasta este momento, la policía comparte su base de datos con el FBI (Federal Bureau of Investigation) y con ICE (Immigration and Customs Enforcement) pero no cede a los presos indocumentados a inmigración después que hayan terminado su proceso judicial.

De hecho la cámara baja aprobó dos leyes hace un mes que van en esta dirección. Las leyes están pendientes de aprobación en el Senado.

Más de 260.000 inmigrantes de Honduras, El Salvador y Nicaragua se benefician del programa Estatus de Proteccion Temporal, en inglés Temporary Protection Status, que fue creado por George Bush y que vence en enero del 2018 para algunos países. Aunque Trump no ha dicho nada al respeto, algunas personas han expresado su temor a que el programa no sea renovado.

El sábado por la madrugada, justo unas horas después de la visita del presidente, los bares del condado de Suffolk supuestamente frecuentados por miembros de la MS-13 sufrieron redadas por parte de la policía. Los policías arrestaron a cinco personas y multaron al dueño de uno de los locales. Otra persona fue detenida por inmigración por haber entrado ilegalmente al país dos veces. Las autoridades no aclararon si las personas arrestadas forman parte de la MS-13.

 

 

 

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